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PARÁBOLAS Y ALEGORÍAS Por William Marrion Branham

EL ZAPATERO REMENDÓN

Había un viejo zapatero remendón, y creo que fue en Alemania donde él—él fabricaba sus zapatos. Y un día mientras…En su tiempo libre él acostumbraba a tomar la Biblia, y la leía. Él leyó el contexto y el texto en las Escrituras, y se puso muy profundamente sincero. Él dijo: “Sabes,” dijo él, “Yo—yo…Cuando esta Navidad se acerque, no voy a iluminar ningún árbol de Navidad, sino,” dijo él, “¿Sabes una cosa?” Dijo él: “Voy a tener una—una gran cena, y voy a cocinar mi—a asar mi cordero, y voy a tener mis arándanos agrios, y toda mi crema y cosas por el estilo.” Y él estaba solo. Y dijo: “Lo voy a poner sobre la mesa. Y voy a invitar a Jesús a que venga y se siente en la mesa enfrente de mí. Deseo conocer al Mesías de Dios y lo que puedo hacer en respeto.” Él dijo: “Yo—yo voy a hacer todo esto. Y entonces me voy a sentar en la mesa, y voy a dar gracias por los alimentos; y le voy a dar gracias a Dios por lo que Él me ha dado. Y entonces voy a decir: ‘Señor Jesús, ¿no vendrás y te sentarás del otro lado de la mesa aquí, tan sólo para la cena de Navidad conmigo?’”

La simplicidad, Dios siempre escucha eso, la sinceridad. Y el anciano zapatero remendón ahorró su dinero para tener tal cena, Uds. saben, y había invitado al Rey de reyes. Y él se sentó, y él la había cocinado, y la puso sobre la mesa. Y él mismo se limpió muy bien y se arregló, y se peinó el cabello. Y se sentó en la mesa y puso una silla para Jesús, y algunas sillas más puestas alrededor. “Podrían ser para los apóstoles,” dijo él, “si ellos podrían entrar.”

Así que el anciano inclinó su rostro, y pidió por los alimentos, y—y le dio gracias Dios por los alimentos. Y él dijo: “Ahora, Jesús, ¿no vendrás y cenarás conmigo en esta cena de Navidad?” Y él comenzó a comer y a observar la silla. Nadie venía. Comió un poquito más, y dijo: “Señor Dios, te he invitado a mi hogar. ¿No vendrás a estar conmigo?” Y él comenzó a alargar la mano y coge algo para comer, y alguien tocó a la puerta.

Y él fue a la puerta. Se trataba de un hombre anciano, de hombros caídos, andrajoso. Él dijo: “Amable señor, tengo frío, ¿me permitiría Ud. calentarme?”

Y él le dijo: “Pase.” Y él entró, y olió aquel aroma de la comida; como que se comenzó a hacer agua la boca; se dio la media vuelta. “¿Desea sentarse?” Dijo, “Estoy esperando compañía, ¿pero se sentaría Ud. y tan sólo comería conmigo hasta que llegue la compañía?”

Él dijo: “Gracias. Estaría encantado de hacerlo.” Y se sentó, y cenaron. El anciano le dio las gracias, se levantó y se fue.

Y el—el zapatero remendón se dio la media vuelta; él dijo: “Señor Dios, ¿por qué me desilusionaste?” Dijo: “Yo preparé todo. Hice todo lo que sabía cómo hacer. (Si uno tan sólo hiciera eso…) He hecho todo lo que sabía cómo hacer, y pensé que Tú vendrías y cenarías conmigo.” Y se puso a llorar; corrió cayó atravesado en la cama. Y estaba acostado allí en la cama, llorando. “Yo—yo—yo he hecho todo lo que pensé que estaba bien, Señor, Y ¿por qué no viniste a cenar conmigo?”

Y una voz vino a él, y le recordó las Escrituras: “Por cuanto lo hiciste a uno de estos Mis más pequeños, a Mí lo hiciste.”

EL MUNDO CAYÉNDOSE A PEDAZOS

16 de Diciembre de 1962

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