PARABOLA: EL MIEDOSITO WILLIAM BRANHAM
Como yo dije el otro día, creo que fue en la iglesia del Hermano Fuller, del
conductor de la bicicleta en Canadá. Bueno, todos ellos pensaron que podían
ganarle a este muchacho, este miedosito. Y él era el único que no podía
conducir sin agarrarse de los manubrios.
Yo estoy contento que me gusta ser uno de los conductores que se agarran
de los manubrios: agarrar ambos lados de la Cruz y decir: ―Nada en mis manos
yo traigo. Permíteme agarrarme de la Cruz, Señor; yo no tengo intelectualidad.
Yo no tengo nada. Permíteme sólo agarrarme aquí, y mirar a lo lejos.‖
Y ellos tenían un tablón para conducir sobre él de doce pulgadas [30.48
centímetros] de ancho, y de una cuadra de largo, para obtener una bicicleta
Schwinn de cien dólares. Todos esos muchachos quienes podían conducir sin
agarrarse, que iban al centro de la ciudad y compraban los comestibles de sus
madres y regresaban sin aun tocar los manubrios, cada uno de ellos empezaron
a mirar. Ellos no estaban acostumbrados a agarrarse de los manubrios, y ellos
se cayeron. Pero este muchachito subió allí, y se agarró de los manubrios, y la
condujo hasta el fin. Ellos le preguntaron, dijeron: ―¿Cómo lo hiciste?‖
Él dijo: ―Aquí es donde Uds. cometieron su error, muchachos. Todos Uds.
son mejores conductores de lo que yo soy, pero Uds. estaban mirando aquí,‖ y
dijo, ―los puso nerviosos ver lo que…estaban tratando de balancearse Uds.
mismos, y se cayeron.‖ Dijo: ―Yo nunca miré aquí en lo absoluto; yo miraba el
final y me mantuve firmen.‖
Eso es lo que debemos hacer. No miren estas cositas ahorita: ―¿Este hizo
esto, o ese hizo eso?‖ Observen el final; sólo manténganse firmes. No se fijen
en lo que está sucediendo ahorita; observen lo que va a suceder allá al tiempo
del fin, cuando vamos a tener que pararnos y—y dar cuenta por nuestras vidas.