PARABOLAS WILLIAM BRANHAM
Sí, Ireneo… pido su perdón; fue San Martín. Un día frío antes de Navidad,
un pobre anciano pordiosero estaba tirado en la calle, congelándose. La gente
que era digna podía pasar de lado, y tan sólo miraba al anciano mendigo. ―Pues,
él no significa nada; es tan sólo un pordiosero. Que se quede allí.‖ Y Martín se
paró allí y observó y vio si algunas de aquellas personas que podían hacerlo
podrían ayudarlo, pero él no lo hizo.
Finalmente, Martín mismo no era… Él—él creía en Dios, pero él era un hombre
militar. Él sólo tenía un saco. Y dijo: ―Si el anciano se queda allí así, se morirá
de frío.‖ Así que tomó su espada y rasgó su manto en dos, fue allí y envolvió al
anciano pordiosero en él, y dijo: ―Duerme en paz, mi hermano.‖ Entró.
Y esa noche en las barracas, después que él había lustrado sus botas y se
acostó, se quedó dormido. Y un ruido lo despertó. Y él miró, de pie frente a él,
allí estaba Jesús envuelto en aquel pedazo de saco en el que él había envuelto
al pordiosero.
¿Qué puedo yo hacer al respecto? ¿Qué debo hacer cuando estas cosas que
sé que son correctas, estas cosas que han sido confirmadas y demostradas que
están correctas? ¿Qué puedo hacer? Envolver a la Iglesia, no en un credo o
una denominación, sino en la Sangre de Jesucristo por medio de Su Palabra.
Así que Jesús dijo: ―Lo que has hecho a estos, me lo has hecho a Mí.‖